sábado, 10 de septiembre de 2016

Día 5: La peor noche

Después de un plan tranquilo la noche anterior, me fui a la cama esperando una tregua por parte de mi pene, un pequeño respiro para los dos después de tantas noches en vela. Pero debe ser que el pene tiene alguna similitud con los perros y huele el miedo porque ni un momento de tregua me dio.
No sé qué fue peor esa noche si las continuas erecciones cargadas por el demonio o que fuera viernes y mi novia me llamara desde bares de madrugada diciendo que me quería y me echaba de menos. Por un lado, eso hacía mi ego no fuera lo única que aumentara con el consiguiente dolor infernal. Pero, por el otro, como buen hombre que soy, era consciente que los tíos somos como aguilas y vamos a por las chicas en un bar. Y, claro, mi novia andaba sola. Total, que cuando dejaba de comerme la cabeza y conseguía dormirme, mi pene me recordaba que aún seguía teniendo los puntos y que aún ella seguía por ahí.

A las 6 de la mañana decido levantarme. No podía dormirme y prefería sufrir de sueño que no de desgarros en el pene. Salvo la noche accidentada, poco más que resaltar. Maratón de fútbol y vasito con hielo siempre alerta.

Pero a lo que nos interesa, la evolución del soldado. La inflamación no ha disminuido pero ha cambiado de textura. Está como más esponjosa. La inflamación es tal que no me deja ver los puntos, hace el pliegue hasta la base del glande. Aún no puedo retraerlo porque no quiero que se inflame más.
En cuanto al glande, cada vez va aguantando más y está cambiando un poco. Da la sensación de ser más aspero y no está tan rojo ya. El meato urinario sigue siendo una lotería, al estar con un poco de hinchazón la orina sale por todos lados antes de coger la forma de chorro.
La parte del frenillo sigue siendo de lejos la más conflictiva. Siempre, siempre la gasa se queda pegada ahí y la tengo que separar con agua.

Pues eso, día 5 y aún esperando a pasar una noche tranquila. Los días están superados ya.

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